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El dólar blue se disparó a $1.340 y el oficial marcó un nuevo máximo histórico

El Gobierno cambió el eje. El ministro Luis Caputo ya no busca anclar el dólar, sino administrar la tensión. Menos actividad y expectativas frágiles

Actualidad15/07/2025Jorge VillalbaJorge Villalba
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En la primera rueda de la semana, el dólar minorista avanzó veinte pesos, en $1.295 en las pantallas del Banco Nación, con lo que marcó un nuevo máximo histórico. En el mercado informal, el dólar blue se negoció con un incremento de cuarenta pesos, a $1.340, y siguió siendo la variante más cara del mercado cambiario.

En el segmento financiero, el contado con liquidación (CCL) ganó 1,6% y se ubicó en $1.296, mientras que el dólar MEP avanzó 2,1% hasta los $1.295. Por su parte, el tipo de cambio mayorista registró un repunte de $18,50 y se posicionó en $1.280.

En una semana marcada por la volatilidad cambiaria y nuevas tensiones macroeconómicas, los analistas coinciden en que el Gobierno ingresó en una nueva etapa de gestión. El deterioro de expectativas, sumado a un fuerte aumento en la demanda de dólares, llevó a las autoridades a permitir una suba del tipo de cambio, aunque sin un salto abrupto. La estrategia oficial de desinflación rápida, que hasta mayo había rendido frutos, comenzó a mostrar señales de fatiga a medida que la inflación volvió a moverse al alza y la cobertura cambiaria ganó protagonismo.

Los expertos señalaron que el reciente giro en la política cambiaria no fue producto de una decisión planificada, sino de una necesidad impuesta por el mercado. El tipo de cambio dejó de ser una ancla sólida, y las intervenciones del Banco Central perdieron efectividad. En este contexto, la inflación de julio se proyecta en torno al 2%, alejándose del umbral del 1% que se había consolidado en mayo.

A eso se suma un endurecimiento de tasas: varios instrumentos de corto plazo ya rinden por encima del 36% efectivo anual. Sin financiamiento externo a tasas razonables, el Tesoro y el BCRA optaron por permitir una mayor velocidad de deslizamiento del dólar, mientras la presión del sector privado, el pago de aguinaldos y el turismo exterior aceleraron la demanda de divisas. Para los especialistas, este nuevo equilibrio implica aceptar un dólar más alto, inflación más persistente, tasas firmes y una economía que empieza a mostrar señales de enfriamiento.

"Comprá dólares, campeón"
Una frase del ministro de Economía sintetizó el tono del mercado: "Comprá dólares, campeón", lanzó con ironía. No fue casual: desde que Caputo lo dijo el dólar comenzó a tomar temperatura. Desde Eco Go destacaron tres hechos clave: el fallo adverso de Nueva York que obliga a garantizar acciones de YPF, la decisión del MSCI de no mejorar la calificación de Argentina, y la recomendación de un banco internacional de cerrar posiciones en pesos.

Además, el FMI emitió un comunicado advirtiendo sobre la necesidad de fortalecer reservas ante riesgos externos. Según los analistas, el mensaje fue interpretado como una presión directa para que el Gobierno acumule divisas y garantice estabilidad en el segundo semestre.

A pesar de una liquidación récord del agro, el dólar volvió a subir en la semana y superó los $1.270. Los expertos explicaron que ese aumento no fue casual: el mercado local se vio atravesado por pagos de aguinaldos, anticipo de vacaciones en el exterior y cobertura de productores que operaron en el MULC y luego en el MEP o CCL.

En este marco, ni el Tesoro ni el Banco Central realizaron compras de divisas durante la semana. Las reservas no crecieron y el uso de dólares se focalizó en el pago de deuda con títulos Globales y Bonares por u$s4.300 millones.

Fuerte liquidación del agro, pero sin impacto en reservas
Pese al ingreso histórico de divisas, las intervenciones oficiales brillaron por su ausencia. Desde Eco Go indicaron que la estrategia del Tesoro y el BCRA fue dejar correr el dólar, ante un mercado que pedía cobertura.

Tampoco hubo movimientos relevantes en los depósitos del Tesoro en el BCRA, más allá de una inyección previa de u$s200 millones. En paralelo, el Gobierno esperaba fondos de la provincia de Córdoba, que aún no llegaron, mientras priorizaba usar sus reservas para afrontar vencimientos externos.

Para Eco Go, la foto muestra un Gobierno sin capacidad de absorber liquidez en divisas ni en pesos, frente a una demanda que se adelantó y pone en tensión todo el programa económico.

El punto crítico será agosto: el promedio mensual de liquidación pasará de u$s3.000 millones a menos de u$s2.000 millones, según las proyecciones privadas.

Sin oferta exportadora, el mercado se sostiene con deuda
El flujo de divisas se sostendrá cada vez más con endeudamiento. Empresas y provincias tendrán que salir a buscar dólares para cubrir pagos y sostener operaciones. Entre agosto y octubre, se esperan ingresos por exportaciones por debajo de los u$s1.000 millones mensuales, con un leve repunte hacia fin de año por la cosecha fina.

Eco Go advirtió que la falta de incentivos para repatriar capitales complica aún más el panorama. La iniciativa oficial para modificar la Ley Penal Cambiaria y la Ley Tributaria sigue estancada en el Congreso, y eso retrasa la posibilidad de que los dólares del colchón privado ingresen al circuito formal.

En este marco, la presión cambiaria se adelantó y encontró a un Gobierno sin margen de maniobra. La respuesta fue dejar subir el dólar, endurecer tasas y postergar la recuperación económica.

Gismondi: se agotó el esquema de anclaje cambiario
La economista de Cohen, Milagros Gismondi, coincidió en que la dinámica cambiaria se movió más rápido que el plan oficial. El diseño inicial preveía anclar expectativas con un dólar contenido y financiamiento externo estable, pero ninguno de los dos objetivos se cumplió.

El Gobierno permitió que el tipo de cambio supere el centro de la banda a inicios de julio, convalidando operaciones por u$s1.227 millones el 3 de julio. A eso se sumó una compra previa de u$s 200 millones el 23 de junio. Ambas intervenciones ratificaron que el Ejecutivo ya no buscaba contener al dólar a toda costa.

En paralelo, la inflación repuntó: junio cerró en 1,9% y julio se proyecta cerca del 2%. El objetivo de desinflación sigue vigente, pero se alcanzará con más lentitud.

Las tasas, por su parte, siguen firmes. Las Lecaps más cortas convalidaron tasas efectivas por encima del 2,6% mensual. Esto implica que el financiamiento sigue siendo caro, lo que encarece el crédito y frena sectores sensibles como el consumo y la construcción.

Enfriamiento económico: señales concretas en la actividad
Gismondi resaltó que los datos de actividad confirman una desaceleración. El EMAE de abril subió 1,9%, pero no superó niveles de febrero. En mayo y junio, los retrocesos fueron más claros: caídas en despacho de cemento, IVA, construcción y patentamientos.

El REM de junio anticipa un crecimiento del PBI de apenas 0,4% para el segundo trimestre, frente al 2% observado en el primero. Esta desaceleración contribuye a moderar las importaciones —que crecieron 34% interanual hasta mayo—, pero también refleja la fragilidad del rebote económico.

En este entorno, el tipo de cambio dejó de ser una ancla firme. Las decisiones oficiales se enfocan ahora en administrar tensiones, más que en fijar objetivos de estabilización.

Para los analistas, el "nuevo equilibrio" incluye un dólar más alto, inflación más persistente, tasas elevadas y una macro frágil.

El Gobierno entra en el segundo semestre con menor margen
Con las elecciones en el horizonte, el Ejecutivo enfrenta una etapa crítica. La posibilidad de acceder a financiamiento externo es baja, la liquidación de exportaciones cae y la demanda de dólares no cede.

El tipo de cambio flexible se transforma en un mecanismo de ajuste obligado. Ya no se busca anclar la economía, sino administrar la tensión. Y eso tiene costos: más inflación, menos actividad y expectativas inestables.

La "sábana corta" que describe Gismondi se traduce en decisiones incómodas. Si se contienen precios, cae la actividad. Si se estimula el consumo, sube el dólar. En medio, el Gobierno camina una delgada línea de equilibrio precario.

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